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Carta de un revisor a un traductor…
Querido/a traductor/a:
Mi trabajo consiste en revisar tus textos; por tanto, mi felicidad laboral depende en gran medida de la calidad de tu trabajo. Eso es así de duro. Así pues, aunque no me lo hayas pedido, permíteme que te dé algunos consejos que me facilitarán la vida. Podrás pensar que mi intención es totalmente egoísta (y no te faltará razón), pero si sigues estos consejos tú también podrás beneficiarte, pues las agencias en las que mis compañeros revisores y yo trabajamos no dudarán en volver a contar contigo. It’s a win-win situation.
El formato. Como ocurre con la comida, tiene que entrar por los ojos. Además, a los revisores nos obsesiona el formato hasta rozar (y sin rozar) lo patológico. A veces demasiado, pero oye, cada profesión tiene sus enfermedades laborales. Nos tienes que querer con nuestros defectos. A nosotros, abrir un documento en Word, activar el calderón (no comprendemos cómo puede haber gente que no lo use) y tener la certeza en ese momento de que ese documento es una conversión de un OCR nos provoca la misma sensación de angustia que perder el último metro porque sabemos que cualquier cosa que eliminemos, añadamos o modifiquemos podrá provocar un cataclismo de proporciones épicas. No pasa nada por usar un OCR pero un poco de pre-edición o post-edición es muy recomendable. Y, si la conversión no es posible y el formato es complicado, recuerda, las tablas de Word son tus amigas. Aprende a dominarlas y se convertirán en tus mejores aliadas. Insisto, no subestimes el poder de una tabla de Word. De la misma manera, huye de los cuadros de texto como si de la peste se tratara: son difíciles de modificar, escapan al conteo de palabras y esquivan como malvados ninjas las correcciones ortográficas. Y, si quieres ganarte nuestra admiración eterna, elige con mimo la tipografía.
Otra cosa que nos gusta mucho a los revisores es que los traductores nos confiesen avisen cuando han tenido alguna dificultad con el texto o no están seguros de haber dado con el término correcto. Nos inspira confianza; somos gente mucho más razonable de lo que parece. Eso sí, no nos llenes el texto de comentarios o dudas porque tampoco es plan (somos razonables pero tampoco tanto).
Y, por último, nunca mandes tu texto sin haberlo releído. No te ofendas ni te sorprendas, porque te aseguro que esto es real como la vida misma: hay mucha gente que no lo hace. Además, pasar el autocorrector antes de enviar los textos no cuesta nada y queda muy mal encontrar erratas tontas o palabras repetidas que se podrían evitar con un simple spell check. Probablemente nunca te llamen la atención por ello, pero provocará airados suspiros de indignación en el revisor.
Muchas gracias por leerme. Sé que soy un poco insufrible, pero en el fondo queremos lo mismo, que el cliente no nos llame para quejarse se quede contento y feliz con su traducción.
Con cariño,
Tu amigo revisor.
AltaLingua
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